Juan Carlos Marambio Catán
Nombre real: Marambio Catán, Juan Carlos
Seudónimo/s: Carlos Nuñez
Cantor, autor, compositor y actor
(30 de julio de 1895 - 15 de febrero de 1973)
Juan Carlos Marambio Catán, (Bahía Blanca, provincia de Buenos Aires, Argentina, 30 de julio de 1895 – Mendoza, Argentina, 15 de febrero de 1973), fue un cantor y compositor de tangos. Es conocido por haber colaborado con Enrique Santos Discépolo en una letra para el tango El choclo y por haber compuesto el tango Acquaforte.
Un cantor entre el tango y el folklore
Basta
echar una mirada sobre la vida de Marambio Catán para comprobar que,
más allá de algunas composiciones memorables y un difuso recuerdo como
cantor, todo lo suyo corresponde a un prototipo muy preciso: el del
artista atrapado en el tiempo. Juan Bautista Fulginiti y Fernando
Nunziata son otros ejemplos, de los muchos que existen, de tal clase de
personajes; la diferencia entre éstos y los demás (los siempre
recordados, los que trascendieron su propia
época) fue en varias
ocasiones una mera cuestión de fortuna publicitaria.
Juan Carlos
Marambio Catán —tal su nombre completo, reducido con frecuencia a su
segundo apellido y a veces trocado por algún pseudónimo— nació en Bahía
Blanca. De ahí en más puede seguirse como fuente su propio libro (El
tango que yo viví: 60 años de tango; Buenos Aires, 1972; Editorial
Freeland), pero una repetición cronológica sería redundante y hasta
parásita. Mejor centrarse en su historia artística, en la que no es
difícil establecer un paralelo con los demás cantores de su generación,
entre los que se incluyen Gardel y Corsini: al igual que éstos, Marambio
Catán fue un cantor nacional formado con la experiencia y el carácter
trashumante.
En el Paraguay hizo sus primeras armas en el
espectáculo junto al mencionado Nunziata; a esta incursión casi secreta
le siguió otra no menos olvidada, ya en Argentina, cantando con Saúl
Salinas durante algunos meses. Corría el año 1915; Marambio Catán se
hacía llamar “Carlos Núñez” y de ahí que este conjunto se promocionara
primero como Salinas-Núñez, cambiado luego por Salinas-Catán al parecer
por sugerencia del payador Gabino Ezeiza. Ese mismo año los dos
cantores, que habían recibido fuertes influencias de los dúos mexicanos
que difundían en el país los discos Columbia Record (Rosales-Robinson,
por ejemplo), se separan; Marambio Catán sigue un tiempo como solista.
Viaja
a Mendoza y se convierte en maestro de escuela; reaparece más tarde en
San Juan, junto a Carlos Montbrun Ocampo, quien todavía lejos de su
famoso conjunto “de las Alegres Fiestas Gauchas” lo convence para formar
el dúo “Marambrun”, que no prosperó. Ya entrada la década del veinte
puede hallárselo junto a otro cuyano, Alfredo Pelaia, con quien mantiene
una relación fructífera (y que se registra en varios discos que van de
1924 a 1928); y muchos años después, ya con dos tercios de su carrera
cumplida, llega a integrar un dúo con otro músico de la región: Hilario
Cuadros, el director de Los Trovadores de Cuyo.
Estas actividades
hablan claramente de sus preferencias, que lo llevarían a fluctuar
entre el tango y el folklore con igual afianzamiento. Fue un auténtico
difusor del cancionero nativo de carácter cuyano-pampeano, según
correspondía al modelo de aquella época en que la mayoría de los
cantores alternaban la música ciudadana con la de tierra adentro.
A
la par de su vida como cantante, y muchas veces en feliz conjugación,
Marambio Catán se desarrolló como actor de teatro pasando por las
grandes compañías de entonces. Con ellas recorrió una parte
significativa de América Latina, por lo general en cuadros de revistas
musicales. Como ocurriera una década atrás en aquella gira junto a
Salinas, la disolución llegó antes de lo esperado y Marambio Catán
siguió solo, ascendiendo por la costa del Pacífico desde Perú hasta
Colombia, emprendiendo desde allí el camino de regreso.
Tiempo
después, unido a orquestas de tango (Julio de Caro, Eduardo Bianco, Juan
Cruz Mateo) para continuar luego como solista, visitó Europa y Egipto.
De
todas las inquietudes de Marambio Catán, es imposible obviar su
contribución como autor. Por ella es recordado hoy, en un dictamen que
no es injusto, pero sí apresurado cuando toda su fama en este sentido se
apoya en el recuerdo de tres o cuatro obras. “Acquaforte”, con música
de Horacio Pettorossi, su creación más conocida y que fuera un éxito en
los repertorios de Gardel y Magaldi, nació en el Viejo Continente;
agréguense las letras de varios tangos que son más frecuentes en
versiones instrumentales, como “El monito”, “Buen amigo” o “El choclo”, y
el amplio resto corresponde a canciones que no tuvieron la difusión que
quizá merecían. También dejó tangos, valses y otras composiciones que
como autor les pertenece por completo, tanto en música como en letra.
Su
labor discográfica no fue tan breve como podría sugerir su virtual
olvido como intérprete, pero la falta de reediciones lo convirtió en un
artista casi inaccesible más allá de determinados circuitos. Este hecho,
sumado a una probable falta de “aggiornamento”, le quitó la proyección
hacia planos más actuales, y de ahí que quedara circuno a una época
pasada.
El 26 de mayo de 1924 hizo sus primeras grabaciones para
la compañía Victor, acompañado por la orquesta de Augusto Berto (los
tangos “Perjura” y “Tengo celos”, disco Nº 77.387); al poco tiempo ya
alternaba sus placas como solista —secundado por orquesta o por
guitarras— con otras del dúo Pelaia-Catán. Más adelante formaría un dúo
norteño con Andrés Chazarreta, dejando en marzo de 1931 para el mismo
sello cuatro registros prácticamente desconocidos.
Cerca de esta
última fecha también pasó por Columbia, pero el título no llegó a
publicarse y hoy se conoce gracias a la aparición de un disco de muestra
(información suministrada por Fabio Cernuda). En 1932 grabó en España
integrando el Trío Buenos Aires, que completaban Juan Cruz Mateo y
Carlos Vega. Todo esto, más su trabajo en las radioemisoras porteñas,
lleva a pensar que fue un artista en constante ocupación.
Luego
de una última “tournée” por provincias y países de América (con el
bandoneonista Carlos Marcucci y números de baile a cargo del “Vasco”
Casimiro Aín), y tras intervenir como actor y cantante en una obra
teatral de Samuel Eichelbaum, decidió retirarse. Sin estridencias, como
había sido su carrera. Fue en 1943; la fecha puede parecer prematura,
pero no extraña si se tiene en cuenta que para esa época la figura del
cantor nacional había declinado.
Marambio Catán tuvo para la
historia de la música argentina algunos privilegios accidentales: como
autor de una de las letras de “El choclo”, tuvo constante presencia en
las partituras, aunque pocos intentaran cantarla; le cupo en suerte
estrenar el primer tango de Discépolo, titulado “Bizcochito” y rara vez
exhumado desde aquel lejano 1924; fue protagonista de una extraña
polémica entre los que intentaron discernir si era él u otro el
intérprete de cierta propaganda de Geniol. Superando estos detalles,
queda un artista digno de ser indagado, que va desde el poeta lo
suficientemente deivo en “Acquaforte” hasta el cantor experimentado y
solvente, según lo atestiguan crónicas y grabaciones.
Falleció en
Mendoza. Llegó a ver cómo componían su nombre en la tapa de su
autobiografía, prologada por Raúl González Tuñón; no vivió, sin embargo,
para el redescubrimiento que aún espera.