El 2 de Enero de 1902, nació en San José, departamento Santa María Manuel Acosta Villafañe. Cantor del pueblo y para el pueblo. Compositor de honda emoción telúrica y tenaz difusor de la música y canciones nativas.
El don de la música despertó temprano en su corazón y ya mientras cursaba los primeros años de estudio, la música lugareña brotaba de su armónica para regocijo de sus changos amigos, y para inquietud de sus padres que deseaban otro destino para Manuel.
Así fue que adolescente fue obligado a ingresar a un colegio religioso, a fin de que sea cura. Al cabo de 2 años, como no podía ser de otra forma, Manuel abandonó la carrera impuesta, para dedicarse de lleno a lo que el quería: la música de su tierra.
Manuel Acosta Villafañe tuvo su peña "La salamanca" en la Avenida Rivadavia al 5000 y tantos, de Buenos Aires. En 1941, durante una festividad religiosa, Catamarca pudo verlos cantar a Manuel y Carlos juntos como años atrás en la Ciudad de San Fernando Del Valle De Catamarca. El Ambato revivió a la voz de sus trovadores... En 1947 Manuel volvió a Santa María, para trasladarse a la Capital provincial. Fue durante este tiempo que le dio vida a Los Arrieros Del Ambato, junto a Germán Leguizamón, Juan Ramón Ponce y Atuto Mercau Soria. Actuaron con gran éxito en el salón de actos del colegio nacional, para recorrer luego todo el oeste de su provincia. Más adelante el conjunto sumaría otros elementos. Víctor Quinteros, que años más adelante sería integrante de Los Cantores De Salavina, con quienes hallaría triste final en 1963, en el luctuoso accidente en cercanías de Tres Arroyos, Provincia De Buenos Aires, y Ramiro Espoz Saavedra, un gran glosador. Aquejado de una cruel enfermedad estomacal, falleció el 7 de Diciembre de 1956, en Capital Federal. Precedió en una semana trágica para el mundo nativista, a Hilario Cuadros, otro gran trovador, que falleció un día después.
“Don Manuel” o “El tata”, como se lo conocía, creía en su misión de difusión del canto, la poesía y la danza de inspiración y proyección folklórica para lo cual puso todo su empeño junto a la camada de provincianos que trataba de hacer conocer las expresiones del arte nativo de sus provincias en Capital Federal. También mostró a través de sus canciones los costados más valiosos, puros e íntimos del ser catamarqueño. Dialogaba con la gente, le decía lo que pensaba en el idioma coloquial de la tierra.