El país y la ciudad estaban en silencio, y una maestra fue arrancada salvajemente de su casa, para parecer acribillada en el camino que lleva al cementerio de Armstrong.
Siempre planeó la sospecha sobre quienes fueron los ejecutores del crimen, de si abrió la puerta de su casa porque el que llamó era conocido, si los sicarios vinieron de afuera o son locales, tal vez aún viviendo entre nosotros.
También, si su muerte ocurrió porque fue la elegida por el régimen para dar un ejemplo: el que las hace las paga. Lo que hizo fue tratar de abrir la mente de quienes pasaron por las aulas a las que le tocó pertenecer, aún horrorizando a mentes pacatas.
Sus amigos de entonces recuerdan tantos hechos en los que Fanny puso en juego ese espíritu libre, como el miedo de ese día, de las sombras que se cernían sobre el velatorio.
Se estaba por ir afuera, aquí nadie le daba trabajo tras su salida forzada de la docencia. No tuvo tiempo, y quedó el recuerdo del puñado de gente que la quiso, el silencio de muchos otros, y ojalá el ejemplo de una conducta, para todos nosotros.
Fuente: Otrodia.com