Luis Domingo Berho
Nació en Lobería, cuando el siglo XX tenía 25 años.
Aunque
Berho tuvo muchos nacimientos (y demasiadas muertes) en diversos
lugares. Berho nació varias veces en los caminos, pues Luis Domingo se
hizo linyera, o quizás, la vida y la Poesía le exigieron a Berho que
asumiera tal condición, tal vez para aprender el otro color de la
riqueza, para distinguir quién es el auténtico pobre y rico, del vivir. “Tanto
andar por las orillas/ del camino carretero,/ sabía más que un
ingeniero/ de puentes y alcantarillas./ Rejuntador de colillas,/ linye
de pocas ganancias./ Hacía largas distancias/ por los llanos y los
cerros,/ y peleando con los perros/ recorría chacras y estancias” De esta manera, Luis Domingo Berho nos enseña que pobre es el que no se hace dueño de la riqueza de su día: “Dueño
de campos y arroyos,/ no lo paró el alambrao./ Sin rumbo pero rumbiao, /
por esos caminos criollos./ En ser libres sin escollos/ con el viento
competía./ Pudo arrullar su agonía/ alguna canora orquesta./ Y el eco de
una protesta/ se perdió en la lejanía”
Berho nos da clases de riqueza, pobre, es el que no consigue alcanzar los tesoros simples de la arpillera: “Hoy
te canto alpillera/ que serviste pa´todo uso. /¿Qué fue lo que no se
puso / en una bolsa cualquiera?/ aunque viniste de ajuera/ para embolsar
los cereales, tus servicios fueron tales/ que hoy decirte necesito/ que
ocupás un lugarcito/ en las cosas nacionales” Luis DomingoBerho es
el biógrafo de nuestras pequeñas grandes cosas (pequeñas grandes
riquezas), así, con maestría, retrata, la cocina de chacra: “Cocina
vieja cocina/ que jué de siete por cuatro./ lugar donde fuera el teatro/
de la reunión campesina...Aquí se afiló un cuchillo,/ por acá se pasó
el amargo,/ aquí estaba el banco largo/ bien lavao con el cepillo...Aquí
jué la choriciada/ y el baile con acordeón;/ aquí se colgó el jamón/ y
la caña choricera,/ cerquita de la arpillera/ del cielo raso
panzón...Aquí se sintió el olor/ que da la leña de vaca,/ o el del guiso
que se saca/ con paciencia y con amor/ Aquí se sintió calor/ la noche
más invernal”
Hay en la poesía caminante de Berho un tono elegíaco, es decir, un
lamento por lo perdido. Quizás por el mundo perdido de las pequeñas
cosas, así el poeta linyera nos revela el universo del viejo sulki: “Al
mirarte sulki viejo/ tirao atrás de un galpón,/ cabrestiando al
corazón/ con rumbo al pasao me alejo” Detengámonos en el último verso:
“con rumbo al pasao me alejo” La genialidad de este verso consiste
en que el sulki, que tanta huella ha desandado, y que ya inmóvil, asume
el resignado camino, el de volver al pasado: “con rumbo al pasao me alejo” En el mismo tono nostálgico, Luis Domingo Berho nos retrata el molino roto: “Hace
ya unos cuantos años/ que ni un chorro de agua saca,/ toda la torre se
hamaca/ y chillan los travesaños./ Se le han oxidado los cañas/ y le
falta la sopapa” pero son los versos siguientes donde expresa el dolor que siente el molino por dejar de haber sido: “Como
nadie lo arregló,/ así jué quedando en ruina, /por eso cuando rechina/
suelta una queja estridente/ que va a clavarse doliente/ en el alma
campesina” Abundan, en la obra del poeta linyera, las elegías a los objetos cercanos, por ejemplo, a la Guitarra perdida” “Con
vos yo le canté a ella/ y a mi pasao errabundo/ porque vinimos al
mundo/ los dos con la misma estrella;/ guitarra, en alguna huella/
despertarás de tu sueño/ y sonarás con empeño/ si te ves acompañando/ a
un criollo que esté cantando/ las milongas de tu dueño” Una especie de despedida a la última gaviota del día: “Murió
en la tranquera rota/ la víbora de la senda/ y volando a media rienda/
iba la última gaviota./ Salió una estrella grandota/ pa´las otras de
siñuelo/ y en el campo azul del cielo/ ya iban siendo numerosas,/ las
semillas luminosas/ que se habían sembrado al vuelo” Y así hallamos despedidas a los boliches de antes: “Vos fuiste un boliche de antes,/ y hoy en tus horas de calma,/ por ahí no pasa ni un alma,/ reseros y caminantes”Aunque
de todas formas, la gran elegía de Luis Domingo Berho, el himno de las
despedidas de su obra es “Estación de vía muerta”: “Estación vieja y
deshecha/ que fuiste todo alegría,/ cuando era una romería/ el tiempo de
la cosecha./ Hoy parece que te pecha/ el mancarrón del olvido./ Quien
sabe pa´ande se ha ido/ bolseros y capataces;/ hombres fuertes y
capaces/ que pa´siempre se han perdido”
La Poesía de Berho tiene la virtud de enseñarnos la hermosa lejanía de
lo cercano, los mundos posibles, latentes en lo cotidiano, en su obra,
las cosas se parecen a la gente, las cosas forman parte del alma del
paisanaje, es el caso del alambre: “el alambre es un invento /al que
no se da importancia/ y al que le debe la estancia/ utilidades sin
cuento. Fue el alambre el elemento/ para lotear la pastura,/ protegió la
agricultura/ y al resguarda tanto monte, / modificó el horizonte/ de
nuestra inmensa llanura” El talento del poeta nacido una vez en
Lobería y muchas tantas otras en los caminos, es el de reconocer en los
objetos que lo rodean, un mundo donde la ternura es posible, él nos
enseña a comprender con la lucidez de lo sencillo, la utilidad del
alambre: “Cuando al hombre de trabajo/ la ropa se le rompía,/ con
alambre la cosía/ por grande que fuera el rajo...cuando una tormenta
viene/ o si el tanque ya está lleno, /un alambre tira el freno/ y el
molino se detiene...cuando la leña era escasa/ y había que juntar
cardo,/ con un alambre de fardo/ se traía pa´la casa...a una guitarra
viejona,/ con mucha milonga encima,/ de alambre le vi la prima/
pa´envidia de la bordona.”
Luis Domingo Berho, el poeta linyera, traza un auténtico mapa cultural
del hombre de campo, no hay manuales, ni reseñas históricas que pinten
tan fielmente al pueblero, por ejemplo, al alambrador: “Temprano en
la vagoneta/ salió pa´alambrar el cuadro./ alzó tenazas, taladro,/ pala
de punta y barreta...y antes de que el sol saliera/ ya pa´l potrero ha
rumbiao,/ pa´tirar un alambrao/ derechito a la bandera” Este poeta errante, también retrata al esquilador, pero no como un personaje pintoresco, sino que plasma su drama: “Abrojo
que pincha feo./ Agarrador que se afana./ Playero juntando lana,/ a
quien llaman benteveo./ El balido, el forcejeo,/ Puño que al final se
apura/ pelando la última pata./ Y cambia por unas latas/ el dolor de la
cintura” Lo mismo hace con el sacador de papa, con sus versos, don Berho, nos permite recuperar este oficio: “Sacador
del campamento/ que sobre el suelo tendés,/ y en la rodilla ponés/ el
plato de tu sustento./ Rival del sol y del viento,/ que ante el surco no
se arrolla.../ Pa´vos mi décima criolla.../ y esa papa que sacás,/ que
no te falte jamás/ cuando hay que echarle a la olla”
La Poesía de Luis Domingo Berho no sólo nos permite recuperar un antiguo
paisaje espiritual del campo, y el retrato fiel de sus hombres, sino
que la genialidad de su obra consiste en la mirada filosófica con que
consigue pintar el mundo familiar. Donde decenas de gaucho sólo veían
una mera tranquera, don Berho contemplaba la gran metáfora del
transcurrir la vida: “Por vos los enamoraos/ con esperanza pasaron./
Por vos en el sulki entraron/ los novios recién casaos./ A mercachifles
cargaos/ les diste entrada y salida/ y en la última partida/ con un
perro de cortejo/ por vos salió el vasco viejo/ cuando se jué de la
vida”