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martes, 19 de julio de 2016



Rodolfo Lesica

Nombre real: Aiello, Rodolfo Oscar
Cantor
(12 noviembre 1928 - 19 julio 1984)
Lugar de nacimiento:
Buenos Aires Argentina

Dueño de una voz potente, con registro de barítono, con todo el yeite del tango, no pudo sin embargo llegar a altura de su compañero de éxitos, Argentino Ledesma.
Este prototipo del muchacho porteño, con mucha pinta y buena voz, no llegó al nivel que hubiera merecido por sus grandes cualidades artísticas, por causa de una vida desordenada, con todos los vicios que se adquieren en la noche y en la farra.
Nació en el barrio de Parque Chacabuco (Buenos Aires) en la calle Zubiría nº 432, donde creció junto a sus hermanos Oscar y María.
Su padre Carmelo Aiello, bandoneonista y compositor, autor de la exitosa polka “El viejito del acordeón”, con múltiples grabaciones, además de la milonga “Florcita porteña”, grabada por Argentino Ledesma y el tango “Criollo de ley” por Juan D'Arienzo.
Su hermano mayor, Oscar, se dedicó al estudio del piano, lo que le permitió ser integrante de la orquesta de su padre. A los 12 años Rodolfo, con el nombre artístico de Rodolfo Alberti, debuta en dicha orquesta en los carnavales de 1940 en el club Hurlingham, compartiendo el rubro de cantores con Guillermo Coral, quien luego fue cantor de Francisco Canaro y más tarde sería imitador y actor cómico con el nombre de Guillermo Rico.
La orquesta de Aiello es contratada por radio Mitre. A partir de 1945, fue mermando el trabajo de la orquesta y su padre decide desarmar la misma; por lo tanto El Rolo debió dedicarse a otras actividades ya que con 15 años era muy difícil hacerlo como cantor.
Amigos del café que frecuentaba Rodolfo en la calle Cachimayo y Asamblea, parada de una línea de colectivos, además lugar concurrido por choferes de taxis, le ofrecen hacer changas en los turnos libres como peón de taxi, a pesar de no tener registro de conductor.
En 1948, es convocado a cumplir con el servicio militar, dada su experiencia como chofer es puesto a disposición de un general del ejército. También se destaca como cantor y animador de toda reunión social que se realizaba en el cuartel.
Finalizada la colimba volvió al taxi, una noche sube al mismo como pasajero el maestro Héctor Varela, que acababa de actuar en el cabaret Maipú Pigall, con el atrevimiento propio de un muchacho de su edad, le canta un tango y el músico decide invitarlo a un ensayo de la orquesta. El resultado de la prueba es positivo y es contratado, el 6 de junio de 1950 debuta en el cabaret de la calle Paraná al 400 Chantecler, acompañado en los cantables con el consagrado Armando Laborde.
El apellido artístico Alberti, como el propio Aiello no lo convencían a Varela, y al pasar por la plaza Lezica en el barrio de Caballito, decide bautizarlo con el nombre de Rodolfo Lesica, con la letra ese en vez de zeta.
La orquesta de Varela estaba conformada con un plantel de notables músicos, en su mayoría ex integrantes de la orquesta de Juan D'Arienzo. La orquesta la integraban entre otros, en el piano César Zagnoli, los violinistas Hugo Baralis, Mario Abramovich y Roberto Guisado, y en los bandoneones junto al maestro Varela, Alberto Marchese y Alberto San Miguel, y en la presentación quien luego sería uno de los más importantes locutores de radio y televisión: Jorge Fontana.
A raíz del notable suceso son contratados por LR3 Radio Belgrano, y por EMI-Odeon, para su sello Pampa. Graban por primera vez el instrumental “El flete” y, en dúo Laborde-Lesica, la vieja milonga registrada por Gardel “Un bailongo”, volviendo a grabar a dúo con Laborde “Tal para cual” y “La carreta” y como solista el tango “Paciencia”. En 1952 registra un trabajo donde demuestra toda su faz interpretativa en el tango de Antonio Fiasche y San Miguel “Noches de cabaret”.
Su estilo de fuerte temperamento, su coloratura de voz y su afinada interpretación van desarrollando una trayectoria ascendente. Sus actuaciones eran presenciadas por grandes grupos de admiradoras, que además del canto eran atraídas por su pinta de varón porteño.
A mediados del 52, a raíz de un metejón amoroso y por seguir a la dama, abandona abruptamente la orquesta y se marcha a Río de Janeiro, volviendo al poco tiempo después del frustrado romance.
Amigos comunes logran la reconciliación con Varela, vuelve a la orquesta y comparte el escenario con un debutante, que en poco tiempo sería una de las voces más cotizadas en el ambiente, el santiagueño Argentino Ledesma. Juntos impondrían dos éxitos que batieron récords de ventas de discos, Lesica con el tango de Erma Suárez (esposa de Varela) “Canzoneta” y Ledesma el tango de origen catalán “Fumando espero”.
A principio de 1957, Ledesma abandona la orquesta y es reemplazado por Raúl Lavié, quien tenía una gran relación con El Rolo, no sólo profesional, también amistosa. Logran grabar a dúo un resonante éxito, el vals “Señora princesa”. Lamentablemente, el público disfruta muy poco al dúo, se produce una huelga de los músicos de la orquesta, el dúo se adhiere y todos son despedidos por Varela. Inmediatamente Lesica y Lavié deciden formar una agrupación orquestal y junto a los bandoneonistas Marchese y San Miguel forman Los Ases del Tango, no le faltaron contratos, radios, clubes, giras y graban en la RCA-Victor a fines del ‘57 el tango “Si te llegara a perder”.
En 1958, se integra a la orquesta del gran músico y compositor Jorge Caldara y graba con brillante suceso el tango de Caldara y Mario Soto “Pasional”, finalizando el año el muchacho calavera decide entrar en la buena senda y contrae matrimonio.
En 1959, se produce la tercera incorporación con Varela, que a pesar de las travesuras de Lesica siempre tuvo un gran afecto por El Rolo y nuevamente junto con Laborde y la incorporación de Ernesto Herrera completan las voces de la orquesta.
En 1960, nació su primera hija. Lesica sigue con Varela hasta 1961, cuando se desvincula definitivamente de la orquesta que tantos momentos inolvidables brindó al tango, y como broche de esa etapa es importante destacar una anécdota sobre, quizás, la obra más exitosa del rubro Varela-Lesica. Varela era muy amigo del músico Alfredo Malerba, marido de la gran cantante Libertad Lamarque. Durante un encuentro en 1956 entre Varela y Malerba, este le comentó que habían traído de México un hermoso bolero que doña Libertad quería grabar en tiempo de tango, Varela le sugirió a Lesica que tratara de conseguirlo. Lesica se presenta ante Libertad y se lo pide, prometiendo que lo grabaría después que ella. Pero en forma inmediata Varela y Lesica lo graban, logrando un éxito tremendo, el bolero en tiempo de tango era nada menos que “Historia de un amor”. Al poco tiempo se encuentra Lesica con Libertad, trató de escaparse para no enfrentarla, pero no pudo, sin embargo ella en vez de retarlo, lo felicita por la grabación y el éxito del tema.
Inicia una nueva etapa como solista a fines de 1960, luego de un breve paso con Joaquín Do Reyes, más tarde es contratado por EMI-Odeon, grabando con la orquesta de Mario Demarco los tangos “Rondando tu esquina” y “Quiero verte una vez más” y con Carlos García “Corrientes y Esmeralda”.
Su presencia ante el gran público las realizaba a través de los programas de televisión Grandes valores del tango, Sábados circulares, Sábados continuados y los shows, con el acompañamiento de la orquesta de Alberto Nery. Las últimas grabaciones las realizó en el sello Embassy entre 1979 y 1980, con arreglos y dirección de Alberto Di Paulo.
Próximo a cumplir los 56 años, el 19 de julio de 1984 se produce su fallecimiento, muy lamentado por todos los amantes del tango y su gran legión de amigos que supo cultivar este brillante intérprete.




Abel Córdoba

Nombre real: González, Abelardo
Cantor y compositor
(19 julio 1941 - )
Lugar de nacimiento:
Buenos Aires Argentina

Una trayectoria brillante, años de lucha jalonados por una larga vigencia, honor a la amistad y fidelidad a sus maestros y amigos. Dueño de una personalidad cautivante y una enorme profesionalidad. Con una espléndida voz de barítono, sumada a una particular expresión dramática; impresiona por su presencia y el admirable dominio del escenario.
Su fina sensibilidad hace que, aún en los temas más dramáticos, prive una línea melódica en donde luce la dulzura de su media voz, matizada con el torrente de su fuerza expresiva y acompañada por la profundidad de sus bajos y los largos sostenidos finales.
Nació en Buenos Aires, en el barrio de Caballito, pero su familia se trasladó a la ciudad de San Francisco, en la provincia de Córdoba, cuando apenas contaba con pocos días de vida.
Al abrigo de los tangos de Gardel, tarareados por su padre, del bandoneón de su primo Raúl y la atenta escucha diaria del Glostora tango club, aprendió a entonar las primeras notas.
La visita de Alfredo De Angelis en San Francisco, le brindó la posibilidad casual de ser escuchado por Oscar Larroca y Carlos Dante, quienes propiciaron su presencia en el escenario. Tenía 16 años.
Este encuentro fue el escalón inicial. Larroca lo vinculó a la Orquesta Juventud Triunfadora de Córdoba, donde comenzó profesionalmente. Luego pasó a otras orquestas, hasta que formó su propia agrupación dirigida por el bandoneonista Norberto Pivatto.
En Córdoba estudió técnica vocal con el profesor Piedrabuena, un excelente barítono que había integrado los elencos del Teatro Colón. El deseo del maestro de inclinarlo hacia la música lírica, sucumbió ante la firme decisión de
dedicar su vida al tango.
Luego, emprendió una incursión por Buenos Aires y aunque cantó en muchos lugares, no lo acompañó la suerte. En esa época también participó en cuanto concurso aparecía, pero indudablemente no era su momento. Agotada las posibilidades, se volvió para San Francisco, con sus veinte años a cuestas. Recorrió cantando todos los pueblos entre Rosario y Santa Fe.
En una ocasión, estaba actuando en la Confitería Oriental, de su ciudad, cuando fue escuchado por El Negro Mela, que era el apoderado de Osvaldo Pugliese. Este lo tentó con la posibilidad de una prueba, porque el maestro estaba buscando una voz joven. Luego de diversas alternativas y pruebas en Rosario —donde estuvo a punto de cantar con la orquesta— fue citado a Buenos Aires para una prueba final. Compitió con más de 300 postulantes. De todos ellos quedaron cuatro cantores, pero él resultó el elegido por los músicos de la orquesta. Su debut fue el 10 de octubre de 1964. Y vale la pena preguntarse: quienes eran esos músicos. Nada menos que los maestros: Osvaldo Ruggiero, Julián Plaza, Emilio Balcarce, Arturo Penón, Víctor Lavallén, Alcides Rossi, Oscar Herrero, Julio Carrasco y Enrique Lannoo.
Tuvo como compañeros en el canto a Jorge Maciel y Alfredo Belusi, aunque este último se alejó al poco tiempo para volver con el maestro José Basso.
Su primer gran alegría se presentó enseguida cuando partió en gira a Japón. Pactada inicialmente por tres meses, se prolongó a seis. Muy grande fue su asombro al llegar, ya que el público que los esperaba conocía a todos los integrantes, aún a él, que era el más nuevo. Fue una gira muy exitosa, en la que se dieron más de noventa conciertos.
Y llegó el año 1968 en el que seis músicos y Jorge Maciel se fueron de la orquesta para formar el Sexteto Tango. Fue un duro golpe para don Osvaldo, quien pensó continuar con un quinteto. Pero la insistencia de su compañera Lidia hizo que formara nuevamente la orquesta y Abel continuó con él.
Pugliese continuó con muchas giras, que comprendieron nuevamente Japón, dos a Francia, seis a Holanda, Bélgica, Finlandia, España y Portugal. Después, tres a Estados Unidos —donde visitó Nueva York, Los Ángeles, Chicago, Detroit, San Francisco— y a casi todos los países de Latinoamérica. En Ecuador cantó frente al Principe Rainiero y las princesas Carolina y Estefanía de Mónaco. La última gira fue a Japón y China. Sin olvidar que en ese lapso hizo dos presentaciones en el Teatro Colón.
Registró todo un record: 31 años cantando con Pugliese. Fue su único cantor desde 1968, hasta 1981, año en que se incorporó Adrián Guida. También hubo esporádicas presentaciones femeninas, como Inés Miguens, Gloria Díaz, María Graña y Nelly Vázquez, quien los acompañó a Cuba. A raíz del fallecimiento de Adrián Guida, en 1994, vuelve a ser el único vocalista, hasta el final de la carrera del maestro.
A partir de la década del sesenta, las compañías grabadoras no prestaron mucha atención al tango, por eso no registró tantas grabaciones. Serán alrededor de sesenta los registros, en las que presentó temas tradicionales y otros de autores más actuales.
De sus discos, destacamos: “Enamorado estoy”, “Canción de rango” de Raúl Kaplún y José María Suñé, “Manón” y, muchos años después, “Milonga para Gardel”, junto a Adrián Guida, y “Por unos ojos negros”.
Al deceso del maestro encara la carrera de solista y, en tal carácter, viaja a Holanda, Bélgica y a los Estados Unidos, además de Perú y Ecuador. Con la Orquesta Color Tango hizo una larga gira europea. Recorrieron Italia —actuando en Venecia, Trieste, Roma y Lecce— haciendo cinco recitales en memoria de Pugliese.
En la actualidad, actúa invitado por varias orquestas, hace sus presentaciones en teatros, locales de Buenos Aires y recorre el país en forma permanente. En agosto de 1999 registra dos grabaciones con la Orquesta Color Tango: “Sueño querido” y “Noches de luna”. Unos años después, cuatro con Fernando Romano: “Los mareados”, “Uno”, “Buenos Aires” y “Nostalgias”.
Ferviente defensor del tango, no oculta su disgusto al recordar la aparición del Club del Clan, que de la mano de Ricardo Mejía, capo de la Victor, se planteó como un requisito la marginación del tango y llegó a destruir matrices irrecuperables. «Al extremo —nos dice— que en el Club Estudiantes de la Plata, la comisión directiva llegó a pedirle a Osvaldo que no tocara, pagándole igualmente, porque estaba el Club del Clan y daban bebidas gratis. Osvaldo logró imponerse y la orquesta tocó a pesar de la oposición. En otra ocasión, recién llegados de Japón con un éxito impresionante, en unos carnavales del Club Provincial de Rosario, mandaron a unos pibes a tirarnos monedas al escenario».
Tuvo una gran satisfacción cuando estando en Finlandia, le informaron que, en Estocolmo, un jurado de diez musicólogos eligió como mejor versión del tango “Uno”, la de Pugliese con su participación vocal.
Finalmente, podemos agregar que es muy querido en el ambiente y respetado por sus colegas. Su vida, sin ostentaciones, nos muestra el trabajo y el empuje de aquel joven, que sin soberbia y exhibiendo con orgullo su pasado humilde, decidió encarar el camino del canto, deslumbrado por el tango, la pasión de su vida.