A Marcelo Brun lo encerraron y envolvieron en
llamas. Por el caso está acusada su mujer. Dice que la quiere a presa
hasta que su hijo más chico cumpla la mayoría de edad. El haber
sobrevivido milagrosamente forjó en Brun una nueva manera de ver la
vida. Aspira a que sus hijos se nutran de buenos ejemplos.
Los argumentos de la defensa de Navarro
Cañada de Gómez.— Las secuelas del intento de quemarlo que casi le
cuesta la vida dejó marcas imborrables en la cara y en el cuerpo de
Marcelo Brun, el ingeniero agrónomo que, hace poco más de un año, fue
rescatado por un vecino de un pequeño depósito donde previamente fue
encerrado y quemado por su mujer. Cinco meses después del alta de su
internación, Marcelo decidió romper el silencio y hacer pública su
verdad: "Quiero justicia para mí, por lo que me hizo, pero también la
necesito para mis hijos, a quienes deberán preservarlos de la influencia
de una mala persona".
Esa "mala persona" a la que hace
referencia el ingeniero Brun, es ni más ni menos que la arquitecta
Virginia Navarro, su esposa, quien está procesada por la Cámara de
Apelaciones en lo Penal, precisamente por haberlo encerrado y luego
provocado un incendio en un pequeño cuarto que era usado como depósito
en la casa que compartían en calle Garibaldi al 800. Navarro está
actualmente detenida en un hospital psiquiátrico privado de Rosario.
"Una sentencia justa sería que mi hijo menor de 7 años llegara a la
mayoría de edad. Espero que no se evalúe el hecho de que estoy vivo,
sino la acción premeditada que llevó a cabo. Ella quería verme muerto",
deslizó al hacer una reflexión sobre "la justa pena" que para él le
cabría a Navarro en una eventual sentencia. Lo que él quiere es que su
mujer esté presa hasta la mayoría de edad de su hijo menor.
Tanto Brun como sus familiares jamás se constituyeron como querellantes
de la causa. No obstante, Marcelo sí se ocupó en todo este tiempo de
recolectar una serie de elementos que ya presentó en la justicia. La
propia "investigación" que llevó adelante lo lleva a pensar que lo que
hizo ella "fue premeditado". El ingeniero no tiene dudas de que tanto la
pesada puerta del depósito —colocadas días antes de su encierro—, como
la traba instalada desde el exterior y los elementos inflamables usados
para iniciar el incendio fueron pensados por la "mente psicopática" de
Navarro.
"No pasa nada". "No pasa nada, me decía ella mientras
arrojaba cosas encendidas por un ventiluz. Yo le rogué y le imploré para
conmoverla, pero no pude lograrlo. Pensé que me moría y que
probablemente nunca se podría saber la verdad, pero ahora necesito que
se haga justicia para cerrar un capítulo y poner los esfuerzos en una
nueva vida", confió.
Profundo, pausado y con una enorme
vitalidad para buscar lo que él llama "felicidad", no hay resentimiento
en su hablar pese a haber tenido el 50 por ciento de su cuerpo quemado.
No hay dudas de que el hecho de haber sobrevivido "milagrosamente" forjó
en él una nueva manera de ver la vida. "Mi proyecto ahora es el de
cualquier persona de bien, cuidar de mis hijos, a quienes les quiero
brindar todo el amor necesario para que sean muy felices. Quiero que se
nutran de los buenos ejemplos. Por suerte también estoy cambiando mi
realidad laboral, poco a poco ya no dependo de mi físico, sino de mi
intelecto", contó.
Marcelo festejó el domingo pasado el Día del
Padre con sus dos hijos. Aún emocionado por haberlo podido vivir, dijo
que ese domingo estuvieron los tres solos, mirando televisión, de a
ratos y jugando o no haciendo nada, disfrutando quizás del tiempo
perdido, el tiempo de curación en el Sanatorio Británico que los tuvo
alejados. "El año pasado, para el Día del Padre no pude estar con ellos,
pero me dejaron decenas de dibujitos que aún tengo conmigo, y mi
aliento para la recuperación fue mirar esos dibujos, que cada vez eran
más a tal punto de empapelar mi box completo. Este año los volví a mirar
y luego les agradecí por haberlos hecho", resaltó.
Algo que le
hizo mucho bien fue haber conocido a una persona de esta ciudad que
cuando tenía 11 años se quemó. Fue hace 18 años, cuando volvió a nacer.
"Sus palabras me ayudaron mucho. Ahora quiero ver las cosas simples de
la vida porque antes la rutina diaria me ganaba. Es mucho más importante
que pueda despertar a mis hijos y besarles la frente", remató.
El caso. El caso de la calle Garibaldi, que conmocionó a la población
local y fue noticia nacional, tiene su historia. Ocurrió poco después de
las 13 del 30 de mayo del año pasado. Las explosiones que se
registraban en el cuarto en el que estaba Marcelo alertaron a los
vecinos del barrio, pero fue Gastón Bisconti (cuya casa es lindera a la
de Brun), quien alertado por los gritos de la víctima saltó el tapial y
trató de rescatar al ingeniero del encierro.
"Gastón quiso
abrir la puerta y se quedó con el picaporte en la mano porque estaba
cerrada con llave; entonces, corrió hacia la casa pidiendo auxilio y
aparecieron desde la vivienda Virginia y sus padres, ella con la llave
en la mano", contó Brun sobre la causa judicial que está para sentencia.
En efecto, Bisconti vio y escuchó cosas que le llamaron la atención, y
fue precisamente él el primero en sembrar la duda del intento de
homicidio. "Le dijo a los bomberos que averiguaran, porque había visto
algo raro”, recordó el ingeniero.
A Brun lo trasladaron de inmediato
al Instituto del Quemado en el Sanatorio Británico en estado grave, con
el 50 por ciento de su cuerpo quemado, mientras el juez Rodolfo Zvala
ordenaba la detención de Virginia Navarro.
El dictamen del
procesamiento, dictado después, tuvo muy en cuenta el testimonio del
jefe de los Bomberos, Walter Corsetti, quien descartó que el incendio se
hubiese producido por una falla eléctrica, cortocircuito, reacción
química, chispa o fricción. “Las quemaduras fueron de arriba hacia abajo
y partieron de un ventiluz”, concluyó.
Pinturas y solventes.
En el lugar había además 19 latas de pintura y diferentes tipos de
solventes, cajones de madera, un encendedor,y elementos de limpieza,
todo de alta combustibilidad. “Ella me pidió que le ayudara a limpiar el
cuartito, yo estaba barriendo unos vidrios cuando de pronto oí que se
cerraba la puerta y le ponía llave”, relató Brun.
“Si no me
sacaba Gastón Bisconti,yo estaría muerto. Esto lo quiero decir una y
otra vez porque es la verdad de todo”, sentenció, y agregó que “cuando
Gastón saltó el tapial, Virginia no estaba sola; además estaban sus
padres”.
Hoy Marcelo Brun camina por las calles con su mismo
andar tranquilo y bonachón de siempre, y mucha gente le da ánimos para
que siga adelante, por él y por sus hijos. Lo han transformado en un
ícono de la lucha y del esfuerzo por salir adelante.
“No es
fácil vivir con una persona psicopática. Me maltrataba todo el tiempo y
yo me preguntaba qué era lo que estaba mal. Me hizo muchas cosas, hasta
ponerme un cuchillo en el cuello. Lo único que cambiaría es no haberme
dado cuenta y dejar que las cosas legaran tan lejos”, lamentó.
Volvió de la muerte y hoy ve cómo encarar la vida. Y lo hace pensando en su futuro y, sobre todo, en el de sus hijos.
Por Walter Gasparetti / La Capital