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viernes, 4 de agosto de 2017






Rogelio Araya

Nombre real: Araya, Rogelio Saturnino
Cantor y compositor
(4 agosto 1920 - 2 octubre 1968)
Lugar de nacimiento:
Cañada de Gómez (Santa Fe) Argentina



TEXTOS DE CARLOS FAÚL


Rogelio Araya nació en cañada de Gómez el 4 de agosto de 1920, dos años antes de la Declaratoria de Ciudad. Fue alumno de la Escuela Primaria “Juan Bautista Alberdi”, popularmente conocida como la “Escuelita Pombo”. Era directora Clara Martinez Pombo y Maestra Iris Ausburger de Maza. Sus compañeros: Roberto Gardenal, Juvenal Funes, Felipe Jalil, Cesar Molinaria, Elva Galván, Sergio Borsato, Severo Cocchiarella, Samuel, Arrillaga, entre otros. Tiempos de jugar a la “chorreada”. Los buenos contra los malos. Rogelio esgrimía siempre un revólver de juguete comprado por su madre. Los otros, más humildes, tenían que fabricarlos de madera y pintarlos con “betún” negro.

En el año 1939 participó de un concurso de cantores llevado a cabo en el legendario Teatro Verdi. Uno de los jurados de certamen era el recordado violinista y director de orquesta Roberto Zerrillo, quien gratamente impresionado por las cualidades vocales del muchacho se lo llevó consigo a Buenos Aires. Lo incorporó a su orquesta y el debut fue el 9 de setiembre de 1939, ante los micrófonos de Radio Belgrano.      Luego de estar con Zerrillo y en el conjunto de Joaquín Mauricio Mora, se volcó definitivamente a cultivar un repertorio inminentemente criollo y especialmente sureño, siguiendo los pasos de quien fuera su amigo y mentor, el “gaucho” Nestor Faria.

Inició su carrera artística de grandes actuaciones en todas las emisiones de Buenos Aires y giras por Argentina y Uruguay. Su voz engalanó los locales porteños “Mi Refugio” y “La Querencia”, y en televisión, Canal 7, junto al actor Jorge Lanza. Algunas de sus canciones fueron verdaderas canciones: “Las Carretas”, “En Blanco y negro”, “Deja que silben los vientos”, “El Ultimo Viaje”. Murió a los 48 años, el 2 de octubre de 1968. Decía el extinto poeta José Gagnin, al despedir sus rastros en el panteón de SADAIC, en Chacarita: “Le hubiéramos hablado de las noches rumorosas del Teatro Verdi, de las tertulias del Circulo Social, quizás de la última serenata en las lejanas madrugadas, cuando la ciudad que nacía encubiéndose con el asfalto, se llevaba también los rompesueños de la noviecita que ya nunca volveríamos a ver... Y porque la mañana gris se nos metió en la garganta, ahora sí, como si lo cruzáramos en el camino a la escuela... le decimos Chau, negro”. Es bueno que Cañada de Gómez no te olvide...