La historia
comenzó en el caserío Arbol Solo, un inhóspito paraje perdido entre
arenales y montes de jarillas y chañares, en el oeste pampeano, donde
Emma concibió, con apenas 16 años, a su hija el 28 de diciembre de 1978.
Madre sola, Ema bautizó a su hija como Marcela Jorgelina, según consta
en el acta de nacimiento.
Apremiada económicamente Emma viajó a
Santa Rosa a buscar trabajo para poder mantener a Jorgelina -que para
entonces ya había cumplido un año- luego de ver un aviso en un diario
que requería una empleada doméstica con hijo pequeño.
Consiguió
el empleo en casa de una pareja sin hijos que pronto comenzaron a
insinuarle que no podría criar a su hija y que lo mejor sería
entregársela. Ante la negativa de la mujer, la pareja -cuya identidad se
preserva por razones legales- urdió un plan: harían un viaje al Gran
Buenos Aires y Emma -que no sabía leer- firmó un papel que, según le
dijeron era una autorización para el viaje. Al llegar al destino Emma
fue dejada en un departamento al que la pareja nunca regresó. Pasados
unos días la mujer, sin noticias de sus patrones ni de su hija, decidió
regresar a Santa Rosa. Cada vez que volvió a la casa donde trabajaba no
encontró a nadie.
Los años pasaron y el rastro se perdió por
completo. Emma tuvo miedo de denunciar, Y
agregó: "ambas siempre supimos que la otra estaba en algún lado y que
tarde o temprano la encontraríamos".
Carla siempre buscó a su madre
"Mis padres de crianza me adoptaron de buena fe. Nunca supieron que
había sido robada y yo llego a través de un familiar materno", En 2005 cuando la Asociación Abuelas de Plaza
de Mayo lanzó una fuerte campaña en los medios de comunicación para
instar a aquellos jóvenes que tuvieran dudas sobre su identidad a apelar
a dicha asociación, Carla no lo dudo. Se presentó en la entidad y fue
atendida en el área de Presentaciones espontáneas de donde, tras
escuchar su historia, la remitieron a la Comisión Nacional para el
Derecho a la Identidad (Conadi), donde se decidió realizarle una
extracción de sangre para sumar al banco genético que funciona en el
hospital Durand.
El tiempo no desalentó a las mujeres de esta
historia. Emma tuvo otros dos hijos, Carolina y Cristian que, el año
pasado la convencieron de denunciar el robo de la pequeña Jorgelina.
Asistidos por la Secretaría de Derechos Humanos de La Pampa, denunciaron
el hecho ocurrido tres décadas atrás ante la fiscalía federal con sede
en Santa Rosa. A principios de año, la Justicia ordenó a Emma un examen
de sangre para enviar sus datos al banco del Durand. Ahora buscan
determinar los detalles de la sustracción de la menor y dar con los
responsables.
El pasado 4 del corriente Carla, casada con
Sebastián Artaza -quien también la apoyó en su búsqueda- recibió un
llamado de la Conadi que le informó sobre un resultado de 99,9 por
ciento de compatibilidad de sus datos con los de una mujer de La Pampa.
"Cuando la vi sentí una emoción tremenda y mucha paz. El parecido es
increíble y ella, una mujer sufrida, pero muy fuerte, me confirmó que
somos descendientes de indios ranqueles, lo que me llenó de orgullo".
Fuente: La Nación